Creador de dueños

Comisariado

Off Limits, Madrid. Abril-Junio 2008

Artistas participantes: Laibach, PSJM, Juan Pérez Aguirregoikoa, Andreja Kuluncic, Karmelo Bermejo, Noaz, Daños Colaterales, Daniel Villegas y Antonio Ballester.

Off Limits, Madrid. Abril-Junio 2008

Artistas participantes: Laibach, PSJM, Juan Pérez Aguirregoikoa, Andreja Kuluncic, Karmelo Bermejo, Noaz, Daños Colaterales, Daniel Villegas y Antonio Ballester.

Laibach. «Life is Life»

Uno de los grandes motores de la sociedad contemporánea es el consumo. Un consumo, que más allá de la lógica de la necesidad, ha adquirido una función simbólica primordial. Dentro del acoso planificado de nuestro imaginario individual y colectivo, los grandes relatos de la modernidad, sus grandes proyectos se han visto desplazados por una gran multiplicidad de pequeñas historias, las historias que nos ofrece la maquinaria consumista-publicitaria… el fracaso de las utopías se ha visto reemplazado por la seducción cotidiana de las mercancías que se ofrecen en el libre mercado.

Somos habitantes del supermercado en la misma medida en que lo somos de la ciudad, apuntaba Pascal Bruckner… el apego a la democracia es el apego a los beneficios desmesurados de la prosperidad. El consumo no es el único responsable del desapego político pero es uno de sus factores agravantes. La democracia está sometida al mercado y sacrificada al culto del crecimiento y la racionalidad económica. Para los gobernantes, tanto de derechas como de izquierdas la única política posible es la del mantenimiento de la abundancia, y la libertad es la libertad de enriquecerse, de la felicidad ya solo conoce un solo significado: el bienestar privado. Y desde luego está abolido el entusiasmo de los revolucionarios franceses y americanos por la cosa pública y por el desarrollo de las libertades políticas (Hanna Arendt, Sobre la revolución).

El ideal democrático actual es fruto de exigencias irreconciliables: la libre realización del individuo y la cooperación en la vida de la ciudad… El péndulo imposible entre éxito y solidaridad.

Si en la Grecia Antigua, según Aristóteles, la opulencia era condición previa de la ciudadanía (solo sin preocupaciones materiales el individuo podía dedicarse a la polis) en nuestras sociedades la abundancia parece adquirirse contra el civismo. Vivimos en una sociedad en la que lo realmente importante es ganar dinero, tener poder, ser famoso sea como sea: engaños, timos, chanchullos. La lucha por el poder adquisitivo es aún un tabú, justo cuando la soberanía del individuo y la comunidad se sustituye por la del mercado. Hoy suenan ridículas las palabras de Montesquieu cuando quería que la República se rigiera por el principio de la virtud. Ciudadanos acomodados queremos triunfar en todos los frentes: acomodados e implicados.

La lógica capitalista se ha infiltrado en todos los campos de la experiencia colectiva (tanto la excepcional – ritos de paso, celebraciones,… – como la cotidiana) monopolizando las redes de intercambios simbólicos que dan vigor a una comunidad. En su proceso de expansión se ha apropiado también del ámbito de la intimidad, cada vez es más dependiente de los medios tecnológicos conectados, dependientes de grandes multinacionales que vigilan y orientan nuestro consumo. Por ello, los moldes tradicionales donde se reelaboraban experiencias de vida (la familia, la escuela, la ciudad, la religión, los partidos,…) han entrado en crisis.

En una reciente campaña publicitaria, la filial argentina de la agencia Mother, creaba un slogan para un nuevo producto del Banco Hipotecario: «Creador de Dueños». En una sociedad donde nos hacen creer que todos somos «Dueños» poco espacio queda para pensar otras formas de convivencia y organización. Otro banco, en este caso español, el Santander, ofrecía la hipoteca a cuarenta años con la estética y la promesa de «La Revolución». «Crear Dueños» esa es la consigna que marca el punto de reunión de las teorías económicas de Milton Friedman con el ideario político neoliberal… justo aquel punto de encuentro que, por citar solo un ejemplo, en Argentina se tradujo en una dictadura que Eduardo Galeano definió así: «Se metía a la gente en las cárceles para que los precios pudieran ser libres» .

El individualismo es una característica fundamental de nuestra sociedad, de ella nacen la libertad, el sentimiento del yo, la necesidad de distinguirse… pero también provoca «la carrera de ratas» de la que hablara Bertram Gross para referirse a la progresiva desarticulación de la sociedad civil contemporánea.

El arte contemporáneo es presentado en muchas ocasiones, usando una metáfora bélica, como un espacio de resistencia a la colonización de las imágenes, al nuevo régimen de ficción que afecta hoy la vida social, la contamina, la penetra hasta el punto de hacernos dudar de ella, de su realidad, de su sentido y de las categorías que la constituyen y definen. Pero su eficacia más que transformadora (definitivamente habría que ser un cínico para creer en ello y como ya advirtió Gran Fury: «El arte no es suficiente») se centraría en establecer las balizas de estos síntomas, usando, en este caso, una metáfora médica. La impotencia de la simbolización en el momento mismo de la globalización mediática hace coincidir la metáfora médica con la guerrera, ello se debe a que el enemigo está en nosotros. Nuestra enfermedad es autoinmune, nuestra guerra es intestina.